miércoles, 5 de marzo de 2008

Los Sueños, sueños son...


Es viernes y estás cansado de toda una semana que, por distintos motivos, te tiene inmerso en una constante lucha por encontrar la felicidad.. El sol ya se ha puesto y la incertidumbre te persigue por no tener claro si este fin de semana será mágico o tenebroso. Las horas pasan lentamente y el cansancio se acumula. Mientras escucha por enésima vez ese tema de los Verve que tanto te hace sentir, vas cayendo en un profundo sueño. Los ojos se cierran y de repente estás fuera de la realidad. Has dejado ese mundo que tanto te trastorna y, por un espacio de tiempo, vas a sentir la felicidad. Todo lo que antes dañaba tu corazón ha pasado a un segundo plano, ahora olvidado.

De repente, suena el teléfono y una voz tranquilizadora te revela que tienes que partir. Es tarde, pero no te importa. En muy poco tiempo estás huyendo hacia eso que te hace feliz, hacia eso que te hace sentir. Aquello que no te dejaba dormir, que no te dejaba vivir ha desaparecido, ya no está, ya no significa nada. Ahora solo deseas que esto no termine jamás. Quieres disfrutarlo hasta el infinito, quieres saborear todo como si no supieras que se puede volver a repetir. El tiempo ya no significa nada, se detiene, no importa. En tu mente ahora ves otras cosas. Tus ojos se iluminan con cada imagen que perciben. Ves montañas grandes, imponentes y muy verticales. Ves árboles y muchas plantas que se ofrecen bellas junto a esos gigantescos murallones de roca. Ahora oyes los cantos de los pájaros que te dicen que realmente eres feliz, que te dicen que estás donde quieres estar, con quien quieres estar, haciendo lo que alimenta tu corazón, escalando paredes.
Ahora estás ahí, en mitad de una pared de 200 metros jugando con la gravedad y el equilibrio. Eres feliz. Los sentidos se agudizan y puedes percibir los momentos de calor, los momentos de frío, el tacto de la roca sobre tu piel que a cada paso que das va maltratando tus manos. Puedes percibir que cuanto mas tiempo estás ahí, mas conciente eres de que es eso lo que realmente quieres, estar ahí. Una gran paz invade todo tu cuerpo. has hecho esto muchas otras veces, pero esta es diferente. Estás fuera de la realidad. Te preguntas por qué esta vez es tan mágica y la respuesta la encuentras cada vez que tu compañero se reúne contigo al final de cada largo de cuerda. Ahora lo comprendes, y pides a los dioses que no permitan que esto acabe. Estás con quien quieres estar haciendo lo que más te gusta en la vida y no dejas de preguntarte si todo esto es real. Sabes que no. Las vidas de ambos dependen del otro y la confianza cobra una carácter primario. Largo tras largo estás mas relajado, mas vivo, mas feliz. Tus movimientos cada vez son mas precisos y más seguros. Has conseguido un nuevo estado de motivación, de sensaciones. La vía ha terminado. Ahora queda el descenso. Juntos os encamináis hacia la base de la pared, hasta el suelo firme y llano. Mientras se desciende los sentimientos se intensifican a la vez que lo hace el frío. Es hora de salir de la pared. Ahora es cuando más atención se ha de poner porque el cansancio, el frío y la relajación de haber superado la dificultad de la vía pueden hacer que te relajes y cometas un fallo. El descenso siempre es la parte mas peligrosa de toda escalada. Todo se hace minuciosamente, sin lugar al mas mínimo fallo, a la vez de una forma rápida porque el frío se intensifica a la vez que disminuye la luz. Después de tres largos rápeles por fin hemos acabado la escalada. Estamos en lugar seguro. Sanos y a salvo. Todo ha sido perfecto.
El día cae y la luna hace su aparición alumbrando esa pared que todo lo abarca. Juntos miramos la línea que recorre la pared y nos parece mentira que solo unos minutos antes estuviéramos ahí colgados. Miras hacía arriba y tu corazón estalla de felicidad por lo realizado. Miras a tu lado y tu corazón estalla de felicidad por haberlo realizado con esa persona que está ahí contigo. Tu corazón se funde cuando, ordenado por tu cabeza, ve la imposibilidad de abrazar a esa persona que tanto te hace sentir, a esa persona que tenía tu vida en sus manos, a esa persona que dejó, aunque solo por unas horas, su vida en tus manos, a esa persona tan especial que te ha hecho ver que esta vez todo era diferente, que esta vez no era real. Solo puedes darle la mano e imaginar que días como estos se repetirán siempre. Volvemos al coche.
Después de una buena comida y una mas que interesante conversación, la luz del sol vuelve a hacer su aparición. Todo vuelve a cobrar vida. Y marchas de nuevo a las paredes. De nuevo estas haciendo lo que mas te gusta en la vida con la persona con la que quieres estar. Todo es fantástico. Ahora se escala un poco menos. Es momento de compartir, de reír, de aprender el uno del otro. La duda de que en este mágico lugar pueda haber dos compañeros que estén disfrutando tanto juntos me ronda por la cabeza. En mi corazón me noto vivo y en sus ojos veo magia. Volvemos a sentir los elementos. El viento azota los árboles, el sol calienta nuestros cuerpos, nuestros brazos cansados de la escalada y nuestros pies vuelven a resbalar por esa empinada cuesta de tierra suelta y viva. Nos equivocamos una y otra vez buscando la escalada ideal, mientras escalamos caemos una y mil veces vencidos por nuestros miedos. Pero reímos y parecemos felices.
La sombra se adentra en la pared y nos indica que debemos irnos. Estamos cansados y pensamos en el frío pasado en la escalada de la gran pared. En el coche disfrutamos del paisaje. Vemos las cumbres nevadas de las grandes montañas de Sierra Nevada y Grazalema. Vemos caer el sol y la mágica silueta de las montañas empiezan a desaparecer. Esa voz me vuelve a hablar. Me dice que después de los días de escalada, cuando estos acaban, cuando nos separamos, mi cara se torna triste y melancólica y mis ojos pierden ese brillo de luz y felicidad. Me pregunta por qué y solo puedo contestarle que estoy triste porque esto se acaba, porque me voy del sitio donde realmente quiero estar. El sentimiento de ese momento abarca algo más. Yo estoy en un sueño el cual llega a su fin. Los sueños, sueño son y como tal no se pueden controlar. Nunca sabes si volverás a soñar lo mismo otra vez. No sabes si la próxima vez que cierres los ojos tendrás esas mágicas sensaciones. No sabes si estarás ahí, donde quieres y con quien quieres. Das gracias por este sueño que parece que se acaba y tratas de disfrutar lo poco que te queda. Pero como todo lo bueno esto también tiene un final. El final es cuando te separas de esa persona que tanto te da, que tanto se hace sentir, que tanto te hace feliz. Y cuado eso ocurre suena el despertador de la realidad. Vuelves a esa vida que parecía olvidada. Ahora tienes que seguir luchando por ser feliz, por buscar tus sueños. Y cuando vuelve a caer la noche y los ojos se cierran deseas volver a tener ese mágico sueño.

Aferrate a los sueños, pues si los sueños mueren, la vida es como un ave de alas rotas que no puede volar.